Hoy tuve un sueño que justamente está muy relacionado a la historia que te estaba por contar. Aquella otra parte de la que quería ponerte al tanto. Pero antes hay que crear el puente entre ambas historias, esta y la anterior.
Después del entierro de mi abuelita, mi mamá y yo decidimos encargarnos de embellecer el departamento en el que hace años vivían mis abuelitos, y en el que hace años había vivido mi mamá. Ese departamento había estado alquilado ya un buen tiempo. El último inquilino, si bien lo había cuidado mucho mejor que el penúltimo, que dejó el departamento hecho un desastre, tampoco lo tenía muy bonito que digamos. Había puertas que arreglar, una ventana que reemplazar, paredes que volver a pintar, y mucho que limpiar. No hicimos casi nada en aquel viaje, del que regresamos el 27 de febrero, y hasta el lunes 9 de marzo –el día en que volvimos a Arequipa– yo estuve muy imbuido en mis cursos en línea. Si salí con un muy buen amigo llamado Michael, jugué fútbol y demás, pero mi prioridad eran mis cursos en línea.
Bueno, en aquel segundo viaje sí dejamos más bonito el departamento. Fueron unos días muy bonitos, además, porque estuve muy cerca a mi mamá. En parte, esto se enfatizó por un episodio que mi mamá tuvo con mi tía María, pues mi tía quería vender el departamento que nosotros habíamos estado arreglando argumentando que le faltaba dinero. Tomando el contexto familiar, a decir verdad, eso es una falacia, y prefiero no decir más al respecto.
A mi mamá nunca le agradó mi enamorada, Valery. Casi ni usaba su nombre. Durante esos días, sin embargo, mientras hablábamos de qué podría hacer cuando llegue a Lima, mi mamá me dijo que incluso aceptaría que yo recibiera ayuda de Valery, y usó su nombre. Parecerá poco quizás, pero me sentí muy bien cuando eso pasó, porque, como he relatado aquí antes, los últimos días de mi anterior y primer ciclo de estudios estuve viviendo en su departamento, y fue muy genial. Mi mamá no lo aprobó, y por esto (y otras razones afines) tuve dificultades con ella cuando recién llegué a Ilo.
El 11 de marzo salí de viaje a Lima, desde Arequipa, y mi mamá viajó a Ilo. Para esto, yo no sabía dónde iba a quedarme una vez que llegue a Lima (qué mandado, ¿no?), y lo que hice fue llamar a un amigo del cole –que se llama Jantzen, para futuras referencias– preguntándole si podía dejar mi maleta en su casa mientras veía qué iba a ser de mí. Eso hice. Más tarde, fui a visitar a otro amigo del cole –llamado Josef, para futuras referencias–, y por ahí resulta que podía quedarme en su casa por un tiempo. Es decir, hasta estos días. Justamente hoy estoy analizando las posibilidades que he ido juntando: ¿dónde viviré hasta julio? Esa parte aún no tiene respuesta definitiva ja, ja.
La incertidumbre forma buena parte de mi vida desde que salí del colegio, como se habrán dado cuenta, pero sigamos con la historia. Llegué a Lima, y ese mismo día salí con los dos amigos que he mencionado a una reunión, en la noche, que fue muy divertida. Al día siguiente, un viernes, salí con Josef a ver departamentos, pero no encontramos ninguno bonito y apropiado para mi presupuesto. Aquel sábado, 14 de marzo de este año, Valery llegaba de un viaje al que se fue el 27 de febrero. Yo estaba emocionado. La hubiera ido a buscar, pero ella estaba cansada. Sin embargo, nos vimos en la tarde.
Me di con una terrible sorpresa: no estaba segura si me quería. Era como si me hubiera olvidado, por momentos. Fue un día muy extraño, especialmente porque llegamos hasta su casa caminando, y ya era muy tarde, y yo no tenía plata, así que me dio algo de dinero para pagar un taxi. Yo no sabía que pensar. Al día siguiente, por casualidades de la vida, nos pudimos encontrar en la tarde, y ella había decidido «terminar». Estuvimos hablando toda la tarde, fue un bonito día, pero se sintió horrible. El lunes yo comenzaba clases, y realmente ese día me sentí hasta el pincho, en el suelo, sin base; no quería hacer ni mierda, realmente, y no podía dejar de llorar. Incluso le conté la situación a mi mamá, y sintió mi pena, y se disculpó conmigo por las situaciones por las que pasamos y las discusiones que tuvimos ocasionadas por mi relación con Valery… Ese día lloré hasta que mi cuerpo ya no tenía la capacidad biológica para seguir llorando, o así lo sentí. Por esto, el martes fui donde Valery para conversar, saber sus razones, qué se yo.
Abreviando las cosas, casi volvemos. Casi. Ella aún no estaba segura. Por diversas razones, y para poder vivir bien, le dejé de dar importancia a la situación. Sucedieron más cosas. Un amigo de Valery se le declaró. No se lo esperaba. Lo rechazó. Casi regresa conmigo. Decidió que no quería volver a intentarlo, que había perdido la confianza y que no creía que la pudiera recuperar. Ok. Todo bien. ¡Al fin una respuesta definitiva! Me sentí incluso bien al respecto, porque cuando al fin me pudo dar esta respuesta –eso es, anteayer– yo ya ni estaba seguro de qué sentía por ella y no sabía si iba a poder dedicarle tiempo a nuestra relación.
Hoy, sin embargo, desperté habiendo tenido un sueño en que regresaba con ella, en que compartíamos tiempo juntos, en que jugábamos en el parque juntos o bailábamos rock o metal progresivo juntos. Fue lindo y horrible a la vez. Me hubiera encantado «volver a intentarlo», vivir con ella un tiempo, cocinar juntos… Pero la vida sigue, y ahora me puedo enfocar en otras cosas. Puedo decir que ha sido chevere tener esta experiencia, porque pensé que nunca la tendría, aún cuando la simulé en mi mente algunas veces. Sobre todo, estoy feliz, porque puedo decir aún más convencido que mi vida es genial.
Esta fue larga 🙂 ¡Hasta la próxima! Ya sabrás de mis aventuras en esta curiosa y fascinante travesía que llamamos vida.