Por qué Albert Einstein, el genio detrás de la Teoría de la Relatividad, amaba su pipa

Artículo original aquí

Según reportes, Einstein creía que fumar pipa contribuía a juicio calmado y objetivo, pero su doctor le dijo que lo abandone.

Albert Einstein's Pipe

No es exactamente lo que hizo renombrado a Albert Einstein en la historia humana, pero puede que este modesto dispositivo para fumar haya ayudado a crear sus teorías y fórmulas que cambiaron el mundo.

Continuar leyendo «Por qué Albert Einstein, el genio detrás de la Teoría de la Relatividad, amaba su pipa»

Incomodidad

Me siento mal. Tengo unas irresistibles ganas de escribir porque me siento mal. Tengo ganas de echarme a no hacer nada, pero no quiero quedar solo. Y mientras yo siento esto, la vida sigue. Todos están ocupados en algo, quizás leyendo, quizás estudiando, quizás simplemente pasando el tiempo aprovechando la situación que tienen al frente.

Es horrible cuestionar una idea que estimas demasiado, una idea que se ha convertido en parte de tu identidad, una idea que –de cierta forma– guía tu vida, una idea que te restringe de algunas experiencias para tener más tiempo para concentrarte en otras que están más alineadas a tus objetivos. ¿Pero qué objetivos? ¿Al final qué mierda es la vida? ¿Hasta qué punto limitar mis experiencias? ¿Hasta qué punto mantenerme cómodo?

Desarrollar ideologías es muy complicado, pues me parece que incluso hay que considerar que cualquiera que desarrolles va a influir en la forma en que tú, como persona, percibes el mundo. Es bueno, para mejorar en más aspectos y vivir más de la vida, tener una ideología abierta, flexible, democrática quizás. Y menciono democrática específicamente porque, en las democracias que conocemos, existen reglas básicas –la constitución– y existen cosas que se deciden. Se puede cambiar de constitución, sí, pero es un proceso sumamente extraordinario. Las leyes, en cambio, se revisan continuamente para optimizar su efectividad –lo que se supone que consiste en mejorar la calidad de vida de las personas en la sociedad en cuestión.

En la ideología de cualquier persona existe –supongo– una base, una base que casi nunca se pone en cuestión –la constitución. Una ideología sirve como un par de anteojos que te permiten observar los fenómenos que percibes en el día a día con mayor detenimiento, facilitando la reflexión y, por ende, el refinamiento y el cambio de ideas un poco menos profundas –las leyes. Así como una sociedad solo cambiaría su constitución ante situaciones de crisis, una persona cambiaría sus ideas más profundas situaciones similares.

¿Por qué cambiarlas cuando estás satisfecho con tu vida? ¿Por qué pasar por algo así varias veces? Cuestionarte muy a menudo realmente reduce tu rendimiento. Pero, por otra parte, mientras te cuestionas, ¿qué mierda importa tu rendimiento? ¿qué mierda importa lo que sea? La vida y cualquier empresa que suceda dentro de ella se construye en base a ideas que das por sentado consciente o inconscientemente. La diferencia que resulta de hacerlo consciente en lugar de inconscientemente muchas veces es una decisión entre crear algo nuevo o repetir lo anterior, pues tu cerebro –te guste o no– va a buscar coherencia en tus experiencias, conectándolas de alguna forma u otra, y muchas veces sucede tan solo por contagio social.

¿Existe algún otro ser con una responsabilidad similar? ¿Existe otro ser capaz de sublimación, capaz de suprimir sus «instintos» por ser coherente con una idea? Qué empresa tan horrible y deliciosa a la vez, debo decir.

Nuevo intento de escribir

Titulo esta publicación de la forma en que lo he hecho porque ayer me puse a escribir algo que debía publicarse aquí en un Word. ¿Qué pasó? Bueno, las circunstancias conspiraron para que mi laptop se desconectara, estando ésta sin batería. Entonces yo decidí irme a dormir, y el archivo se perdió para siempre, pues hace no mucho rato acepté borrar los documentos autoguardados en un movimiento automático.

Como había escrito en aquel documento, los días que sirven de conexión entre mi última publicación y la presente han sido muy interesantes y bastante entretenidos. Para comenzar, conseguí un lugar bonito, barato y –lo mejor de todo– cercano a mi estimada universidad donde quedarme.

¡Qué tremendo alivio fue encontrar este lugar! No lo mencioné en mi anterior publicación, pero es medio evidente leyéndolo que andé de nómada. Bueno pues, específicamente, dormí en cuatro lugares distintos a lo largo de una semana. Fue genial, fue raro, y amo mucho a mis amigos por permitirme experimentarlo, alojándome un tiempito en sus hogares.

Bueno, volviendo al presente, en este lugar que se manifestó ante a mi como un regalo de los dioses, vivo con dos compañeros –de departamento, no de habitación. A pesar de su celestial condición –obviamente exagero– el departamento escasea de un recurso primordial: acceso a internet. Por ello, desde el martes pasado los tres nos pusimos de acuerdo en ordenar un plan y yo firmé el contrato el mismo día. Lamentablemente, la presencia del hermético técnico de Claro que ha de instalar la conexión aún no se vislumbra en el horizonte.

En fin, dejando de lado mis quejas, en este tiempo he estado receptivo a experiencias diferentes, y he recibido alguna influencia de mis compañeros de departamento. He asistido a dos fiestas en las últimas dos semanas –no soy de fiestas– e incluso he aceptado probar cerveza –me repugna esa estúpida bebida. Ya les he dado un chance a estas experiencias antes, y no me gustaron, pero me volvieron a dar curiosidad. Ahora puedo decir con mayor determinación que aquello no es lo mío. Gente chupando en todas partes. Volumen extremadamente alto. Ritmos simples. Letras que más parecen ser conversaciones estúpidas, insultos a la dignidad de las personas, o por lo menos bromas de mala gana. Sinceramente, me siento incómodo apenas entro a un lugar en el que se celebren esta clase de rituales.

Eso es todo por hoy. Ya llevo mucho tiempo escribiendo en la nueva biblioteca de la PUCP que –como todas– para llena en época de prácticas, y le estoy quitando el lugar a otra persona que seguramente quiere venir a huevear tras un fallido intento de estudiar todos los temas del curso en las tres horas previas a su práctica. Los que estudiamos espaciadamente –o los que fallan en el intento de hacer lo anterior– pueden observarse por aquí haciendo algo totalmente irrelevante –como escribir en su blog– o dormitando.

Ciao!

Oh, por cierto, antes de que me vaya. Cuando usé la palabra «hermético», me refería a que era relativo a Hermes, el dios mensajero de los griegos, solo para evitar confusiones.

Acerca de vivir como un huésped… y con un presupuesto limitado

Ayer, domingo, me provocó escribir en tres instantes, separados a lo largo del día, y todas las veces por un motivo diferente. Pero, creo que tenían algo en común, y era el deseo de compartir cómo se siente vivir «sin hogar», como un huésped. Tiene varias sutilezas. La verdad, se puede tomar de muchas formas, y es divertido variar entre ellas.

Por momentos, enfatizo el hermoso sentimiento comunitario que me hace sentir. Pasa por mi mente —lo juro— algo así como: «¡Amo a todo el mundo!, ¡qué linda es la gente!, ¡qué lindos son mis amigos, y sus familias!…¡estoy tan bendecido!» Bello. Totalmente bello. ¿Hay manera más directa de sentir gratitud que, en cierta forma, rendirte y pedir la ayuda de alguien más? Reconocer que no puedes lograr algo solo es un gran golpe al individualismo que parece —aunque experiencias como las que describo me hacen dudarlo— dominar en la sociedad.

En otros momentos, me siento un pequeño estorbo. El instinto de la reciprocidad entra en juego, y siento unas ganas tremendas de retribuir el gran favor que mis amigos me hacen, de retribuirlo a ellos y al mundo entero. Es como si interrumpiera el ciclo normal de vida de aquellos con quienes puedo vivir, y siento que eso les causara un esfuerzo extra, les incomodara o cambiara su comportamiento. En raras ocasiones podría llegar a pensar en mí mismo como en un intruso, pero, en resumen, la idea es que me siento en deuda. ¿Qué puedo hacer yo por ti? ¿En qué te puedo ayudar?

Para decidirlo, primero observo, y observo con el fin de detectar una dinámica usual que yo podría complementar. Mientras tanto, apoyo donde puedo. Pero apoyo en pocas cosas, porque aún no encuentro «mi lugar», y por lo tanto me puedo sentir algo inútil. ¿Cómo, a mis 19 años, voy a aceptar que me cuiden sin retribuir nada a cambio? Es muy irresponsable «crecer» dejando que otros se ocupen de satisfacer mis necesidades primarias

Cuando estas ideas pasan por mi mente, pienso en las personas que abandonan su país para buscar oportunidades en otro, en ocasiones ni siquiera teniendo conocidos en aquel lugar. ¿Acaso no son —en este sentido— admirables los mexicanos que entran como ilegales a Estados Unidos y aceptan el primer trabajo que se les ofrezca con tal de seguir viviendo allí? ¿Cuánto sacrifica la gente por lograr sus más grandes metas? ¿Cuántos actuales millonarios han pasado, en algún momento de sus vidas, por grandes dificultades económicas?

Creo que esta clase de experiencias —y quizás toda clase de experiencias difíciles o incómodas— ayudan mucho a formar mi carácter y desarrollar algo más la empatía al reflexionar sobre ellas. No creo que haya una forma correcta de pensar acerca de ellas, y defendería la idea de que puedes sacar más de la experiencia si piensas de ella de diferentes formas, como yo lo estuve haciendo al escribir esto. Después de todo, el sentimiento que queda en mí de todas formas es la gratitud. También, pero por razones enteramente independientes a lo que he descrito, siento hambre, así que iré a comer en un rato. Ciao!

Un sueño como un reflejo de tus deseos

Hoy tuve un sueño que justamente está muy relacionado a la historia que te estaba por contar. Aquella otra parte de la que quería ponerte al tanto. Pero antes hay que crear el puente entre ambas historias, esta y la anterior.

Después del entierro de mi abuelita, mi mamá y yo decidimos encargarnos de embellecer el departamento en el que hace años vivían mis abuelitos, y en el que hace años había vivido mi mamá. Ese departamento había estado alquilado ya un buen tiempo. El último inquilino, si bien lo había cuidado mucho mejor que el penúltimo, que dejó el departamento hecho un desastre, tampoco lo tenía muy bonito que digamos. Había puertas que arreglar, una ventana que reemplazar, paredes que volver a pintar, y mucho que limpiar. No hicimos casi nada en aquel viaje, del que regresamos el 27 de febrero, y hasta el lunes 9 de marzo –el día en que volvimos a Arequipa– yo estuve muy imbuido en mis cursos en línea. Si salí con un muy buen amigo llamado Michael, jugué fútbol y demás, pero mi prioridad eran mis cursos en línea.

Bueno, en aquel segundo viaje sí dejamos más bonito el departamento. Fueron unos días muy bonitos, además, porque estuve muy cerca a mi mamá. En parte, esto se enfatizó por un episodio que mi mamá tuvo con mi tía María, pues mi tía quería vender el departamento que nosotros habíamos estado arreglando argumentando que le faltaba dinero. Tomando el contexto familiar, a decir verdad, eso es una falacia, y prefiero no decir más al respecto.

A mi mamá nunca le agradó mi enamorada, Valery. Casi ni usaba su nombre. Durante esos días, sin embargo, mientras hablábamos de qué podría hacer cuando llegue a Lima, mi mamá me dijo que incluso aceptaría que yo recibiera ayuda de Valery, y usó su nombre. Parecerá poco quizás, pero me sentí muy bien cuando eso pasó, porque, como he relatado aquí antes, los últimos días de mi anterior y primer ciclo de estudios estuve viviendo en su departamento, y fue muy genial. Mi mamá no lo aprobó, y por esto (y otras razones afines) tuve dificultades con ella cuando recién llegué a Ilo.

El 11 de marzo salí de viaje a Lima, desde Arequipa, y mi mamá viajó a Ilo. Para esto, yo no sabía dónde iba a quedarme una vez que llegue a Lima (qué mandado, ¿no?), y lo que hice fue llamar a un amigo del cole –que se llama Jantzen, para futuras referencias– preguntándole si podía dejar mi maleta en su casa mientras veía qué iba a ser de mí. Eso hice. Más tarde, fui a visitar a otro amigo del cole –llamado Josef, para futuras referencias–, y por ahí resulta que podía quedarme en su casa por un tiempo. Es decir, hasta estos días. Justamente hoy estoy analizando las posibilidades que he ido juntando: ¿dónde viviré hasta julio? Esa parte aún no tiene respuesta definitiva ja, ja.

La incertidumbre forma buena parte de mi vida desde que salí del colegio, como se habrán dado cuenta, pero sigamos con la historia. Llegué a Lima, y ese mismo día salí con los dos amigos que he mencionado a una reunión, en la noche, que fue muy divertida. Al día siguiente, un viernes, salí con Josef a ver departamentos, pero no encontramos ninguno bonito y apropiado para mi presupuesto. Aquel sábado, 14 de marzo de este año, Valery llegaba de un viaje al que se fue el 27 de febrero. Yo estaba emocionado. La hubiera ido a buscar, pero ella estaba cansada. Sin embargo, nos vimos en la tarde.

Me di con una terrible sorpresa: no estaba segura si me quería. Era como si me hubiera olvidado, por momentos. Fue un día muy extraño, especialmente porque llegamos hasta su casa caminando, y ya era muy tarde, y yo no tenía plata, así que me dio algo de dinero para pagar un taxi. Yo no sabía que pensar. Al día siguiente, por casualidades de la vida, nos pudimos encontrar en la tarde, y ella había decidido «terminar». Estuvimos hablando toda la tarde, fue un bonito día, pero se sintió horrible. El lunes yo comenzaba clases, y realmente ese día me sentí hasta el pincho, en el suelo, sin base; no quería hacer ni mierda, realmente, y no podía dejar de llorar. Incluso le conté la situación a mi mamá, y sintió mi pena, y se disculpó conmigo por las situaciones por las que pasamos y las discusiones que tuvimos ocasionadas por mi relación con Valery… Ese día lloré hasta que mi cuerpo ya no tenía la capacidad biológica para seguir llorando, o así lo sentí. Por esto, el martes fui donde Valery para conversar, saber sus razones, qué se yo.

Abreviando las cosas, casi volvemos. Casi. Ella aún no estaba segura. Por diversas razones, y para poder vivir bien, le dejé de dar importancia a la situación. Sucedieron más cosas. Un amigo de Valery se le declaró. No se lo esperaba. Lo rechazó. Casi regresa conmigo. Decidió que no quería volver a intentarlo, que había perdido la confianza y que no creía que la pudiera recuperar. Ok. Todo bien. ¡Al fin una respuesta definitiva! Me sentí incluso bien al respecto, porque cuando al fin me pudo dar esta respuesta –eso es, anteayer– yo ya ni estaba seguro de qué sentía por ella y no sabía si iba a poder dedicarle tiempo a nuestra relación.

Hoy, sin embargo, desperté habiendo tenido un sueño en que regresaba con ella, en que compartíamos tiempo juntos, en que jugábamos en el parque juntos o bailábamos rock o metal progresivo juntos. Fue lindo y horrible a la vez. Me hubiera encantado «volver a intentarlo», vivir con ella un tiempo, cocinar juntos… Pero la vida sigue, y ahora me puedo enfocar en otras cosas. Puedo decir que ha sido chevere tener esta experiencia, porque pensé que nunca la tendría, aún cuando la simulé en mi mente algunas veces. Sobre todo, estoy feliz, porque puedo decir aún más convencido que mi vida es genial.

Esta fue larga 🙂 ¡Hasta la próxima! Ya sabrás de mis aventuras en esta curiosa y fascinante travesía que llamamos vida.